EL PASEANTE

A la ciudad de Cádiz se le acaba el tiempo

Vista aérea de la ciudad de Cádiz.

Vista aérea de la ciudad de Cádiz. / Julio González

A mala costumbre que como ciudad tenemos de asumir en silencio los retrasos que acostumbran a acumular proyectos relevantes impulsados desde las distintas administraciones públicas, ha acabado por convertirnos en una sociedad adormecida, sin apenas ambición y escasa o nula visión de futuro.

Ahora que se han cumplido 45 años de la constitución del primer ayuntamiento democrático, tras cuatro décadas de dictadura, es cierto que Cádiz ha ganado, y mucho, en una comparativa entre lo que éramos en 1979 y lo que somos en 2024.

Íbamos, entonces, abocados a la quiebra como ciudad y pudimos salir adelante. Vivíamos en una ciudad descuidada, cargada de infravivienda, sin espacios sociales y culturales, colapsada por el coche y con su puerto e industria en una crisis que parecía irresoluble.

Hoy, con todos los problemas que soportamos (los particulares y los globales), hemos avanzado de forma más que notable. Sin embargo, buena parte de las poblaciones y comarcas que nos rodean (superando los límites de la propia Bahía), han experimentado a su vez un avance aún más relevante al saber dar pasos que nosotros o no lo hemos dado o se han quedado por el camino, sin los efectos positivos que se esperaba.

Por ello hay que tomar decisiones urgentes, valientes y novedosas como hemos reclamado en muchas ocasiones, que pongan las bases para cómo debe plantearse Cádiz no solo a corto o medio plazo, sino cómo queremos que sea Cádiz en 30 años.

Ha entrado ahora en el debate con fuerza el descenso de la población en la capital. Desde el techo alcanzado en el inicio de la década de los 90 del pasado siglo, con 157.000 empadronados, hemos perdido a 45.000 vecinos. Nos quedamos así al filo de bajar de los 100.000, lo que podría ocurrir en menos de una década si se mantiene la tendencia a la baja de estos años.

Como ya adelantó este diario, si Cádiz se queda por debajo de los 100.000 residentes el Ayuntamiento perderá unos 40 millones de euros de ingresos anuales, procedentes del Estado, y entraríamos casi en una situación de quiebra. La administración local no podría avanzar, con gasto cero en las inversiones y con un recorte masivo en cuestiones tan importante como la de los servicios sociales.

Dicho esto, el primer objetivo sería romper la tendencia a la pérdida de habitantes. Pero no es fácil. Nada fácil.

La pérdida de población y la vivienda

Por lo pronto hay que asumir que buena parte de la pérdida de estos 45.000 gaditanos se ha debido a la falta de una oferta de vivienda en la ciudad adecuada a la demanda de ellos. Demanda de pisos sociales, de pisos asequibles a sueldos medios, y de pisos de renta libre para quienes tienen capacidad monetaria para afrontar esta compra.

Sabido que tenemos el suelo que tenemos para construir más viviendas o rehabilitarlas (entre 3.500 y 4.000 nuevas), y que no podemos mirar a la Bahía como solución habitacional, pues afectaría al empadronamiento. Incluso los cambios en este que plantea el gobierno local, con ideas novedosas, no dispararán ni de lejos las cifras del padrón.

Así, queda claro que en materia de nueva vivienda solo cabe cambiar el modelo existente en el polígono exterior de la Zona Franca, único espacio extenso donde poder construir junto a los terrenos de San Severiano.

Una apuesta en este sentido no significa dar de espalda a la Cádiz industrial. Es una pata importante para nuestro día a día. Y más aún: es un empleo extra que puede ayudar a mantener aquí a los vecinos. Pero si pretendemos mirar a una ciudad que llegue preparada a la mitad de siglo, esta apuesta económica debe olvidarse de las viejas naves que pueblan este suelo. Debe apostar por la industria 4.0 y por la Economía Azul, en un proceso que acertadamente ha iniciado ya el Consorcio, por lo que ya llevamos algo avanzado

Un modelo económico acorde a una ciudad moderna que sí tiene, y tendrá, suelo industrial por donde crecer en los espacios aún vacíos del recinto fiscal y, especialmente, todo lo que queda por completar en los antiguos terrenos de Altadis.

De esta forma, el polígono exterior se puede perfilar con un uso compatible entre la vivienda (pública y privada) y este sector económico innovador que no necesita de grandes naves y viejos talleres para funcionar.

Llevamos décadas hablando de activar este suelo. Por encima del mismo han pasado estudios, proyectos y compromisos de las administraciones. Esta pérdida de tiempo, pues no ha tenido un final positivo, nos lleva ahora a reclamar extrema agilidad a todas las instituciones implicadas a la hora de replantear este cambio de modelo. Y, sobre, imaginación y valentía, de nuevo, a la hora de cerrar una propuesta de uso final. Sobre todo cuando dos pilares de nuestra economía viven con buena salud: el puerto y el astilleros.

Se presupone que este empleo tendrá un perfil joven y bien preparado, muy relevante para la ciudad y para su reto que no bajar de los seis dígitos. Gente joven que siga poblando la ciudad, con empleos bien remunerados que, al final, es lo que necesita el comercio local (pues no solo de cruceristas se puede vivir todo el año).

Será complicado legalmente pero habrá que buscar la manera de que este hipotético suelo para uso residencial no se ponga a la venta por un precio desmesurado, y que los pisos al final sigan costando lo que hoy cuestan. Que a la postre es otra de las causas de la salida de gente de la ciudad.

La apuesta por la Cultura, el Patrimonio

Este modelo de ciudad que debería de concretarse no debería de centrarse únicamente en la vivienda y en la economía (aquí hay que buscar formas de dinamizar el comercio local, como elemento exclusivo de la ciudad).

Es indispensable una apuesta clara, novedosa y valiente (también aquí), por la Cultura, el Patrimonio y la Educación.

Los dos primeros, porque forman a la sociedad y suponen un plus a la hora de atraer a un turismo de calidad (el que de verdad gasta en la ciudad y traslada a su entorno las bondades de la ciudad visitada). Museos en condiciones y modernizados en las formas de exponer sus contenidos; eventos de alto nivel; festivales, congresos y exposiciones para todo tipo de públicos; uso festivo y cultural de todos los rincones de la ciudad (sobre todo sus plazas) y una necesaria y obligada puesta en uso de todas las fortificaciones (verdadero elemento diferenciador de Cádiz), hoy olvidado.

Y la Educación como manera de mejorar la calidad de vida de muchos vecinos, que permita conseguir un buen empleo (en el modelo de ZF) y genere ingresos que facilite la compra de una casa y su permanencia en la ciudad.

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