Casi toda mi vida está relacionada con Bozano. Digo con Paco, con Dori, sus hijas, Antonio Román, Mamen, Román Guaita… En una firma de ejemplares conocí a Pepe Oneto, el gran Pepe Oneto, también estuve con Luis Berenguer… Pero sobre todo Bozano era todos los domingos que llegaba mi padre con los periódicos y las revistas de Historia, que compraba para mí. Demasiados asideros del sentimiento para una efeméride tan importante como cumplir un siglo. Una empresa familiar que cumple un siglo es algo para celebrar, no sé cómo pero para celebrar (quiero decir que algo pensará la alcaldesa, no hay en la ciudad comercios centenarios abundantes). Bozano también es, no puedo dejar de contarlo, un sueño cumplido. El escritor que quería ser soñaba ver un día sus libros en el mismo escaparate en el miraba las novedades que llegaban a Bozano. Cuando pusieron Mal de piedra, mi primera novela, sentí, ya decía, el sueño del joven escritor en ciernes. Mi vida ha sido muchas veces el poema de Pessoa que hablaba del río de su pueblo, que no era más importante que el Tajo, pero era más importante porque el Tajo no pasaba por su pueblo. Por esta y muchas otras razones sabía yo que escribir este Calle Real no sería fácil, ni mucho menos. No podría resumir más de sesenta años de amistad con Paco Garcia BOZANO y lo que significa en mi vida y en mi ciudad. Pero verlo al pie del cañón, como siempre, recordando que su padre lo mandaba a limpiar los cristales del escaparate con periódicos viejos, como su trabajo en la defensa de las librerías de España, es un grado más que emocionante.

Un siglo en una ciudad como San Fernando, donde de por sí el tiempo han transcurrido con mucha lentitud, no deja de ser un doble mérito. Paco Bozano ha dejado su vida entre las imaginarias cuatro paredes de su almacén de sueños y ahí sigue y sin palabras nos dice que ha valido la pena, que si mira para atrás con alguna indulgencia, ha sido feliz, como feliz es por dejar la herencia en su hija Cristina, que es librera de raza. Lo repito como un mantra, un siglo de puertas abiertas, un siglo recibiendo novedades, abriendo las ventanas de la vida que es un escaparate de libros, es haber vivido una vida plena. Las celebraciones, la lectura por todos de la vida del ingenioso Hidalgo, la interesantísima exposición del Centro de Congreso, los apoyos institucionales, los actos en la sala más grande, el cariño de la gente, completo y sin fisuras, es la cosecha de una vida, el árbol milagroso que ha crecido como una araucaria en el corazón de La Isla.

Felicidades, amigos.

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